En los centros educativos se detecta la necesidad de abordar las situaciones de brotes xenófobos o bulos que propician el discurso del odio por motivos religiosos con herramientas innovadoras.
Se escenifican discriminaciones, desigualdades y diferencias, con espacios físicos segregados y una nueva vulnerabilidad de desconexión social y vital, de ruptura de los vínculos sociales, que se convierte en itinerarios de exclusión.
Con la COVID-19 y la brecha digital se ha puesto aún más de manifiesto esta desigualdad de oportunidades y de condiciones y la necesidad de intervenir a nivel de trabajo emocional y de socialización desde el arte, para frenar, no solo en lo teórico sino en lo emocional, las conductas intolerantes para defender la libertad religiosa y de credo, como elemento que nos enriquece.