Yehudi Menuhuin, una vida dejando huella

 

Este 22 de abril se cumplen 102 años del nacimiento de Yehudi Menuhin (Nueva York, 1916 – Berlín, 1999). Con motivo de tan señalada fecha, en la Fundación Yehudi Menuhin creemos que este aniversario es una ocasión  para  rendir homenaje al Maestro desde su dedicación a la Música, destacando su  espíritu de conciliación, desde  el valor que la propia música posee como  lenguaje universal para acercar a los distintos pueblos y culturas.

El propio Menuhin escribió: “La música es, a la vez, el arte más íntimo y el más universal. Es íntimo porque es reflejo y no símbolo de los estados del alma Por eso es universal, como la ciencia pura, de la cual es la antítesis El artista, tanto si es poeta, pintor, escultor o músico es el único ser del mundo que realiza los sueños de la humanidad”.

Nos permitimos citar una parte del texto de Enrique Barón, Presidente de la Fundación, en su intervención para la Association Européenne des Conservatoires, en el Congress Liszt Academy of Music (Budapest, 14-15 Octubre 2014), como introducción del semblante del Maestro y de su legado:

Yehudi Menuhin fue un europeo de opción, ciudadano del mundo e infatigable luchador por la libertad. Un siglo después del comienzo de la Gran Guerra, podemos concordar con Yehudi Menuhin que: ‘…no puede haber arte auténtico bajo las bombas, el hambre o la tortura’.

Semblante

Además de un genial violinista” proseguía Barón, “Menuhin fue un espíritu libre, creativo y alegre, una persona dotada con ese carisma de la gracia tan difícil de encontrar, que le llevaba a formular con su eterna sonrisa las propuestas más aparentemente descabelladas, que, en el fondo, respondían a una lógica implacable. Así ocurrió con su compromiso durante la Guerra Mundial, en donde dio más de 300 conciertos para los aliados; su gesto de defensa y amistad hacia el pueblo alemán en 1945, al tiempo que condenaba el nazismo y tocaba en los campos de concentración en los que tantos judíos, gitanos y resistentes fueron exterminados; su intervención en los actos inaugurales de la ONU en San Francisco (1945) y la UNESCO (1948); su enfrentamiento con los burócratas soviéticos para defender a Oistrakh y Rostropóvich; su lucha contra el apartheid en Sudáfrica; su actitud valiente en la Knesset de Israel, cuando al recibir el Premio Wolf en 1991 propuso una confederación israelí-palestina; y su empeño en conseguir que la Unión Europea se declarara guardiana de las culturas”.

Su humanidad

Yehudi destaca por su compromiso humanitario, su conciencia política y de defensa de los Derechos Humanos y su trabajo porque el arte formara parte de los contenidos curriculares en el ámbito educativo.

A ello hay que sumar al alma cosmopolita de Menuhin, desde una peculiar concepción de que interpretar equivalía a ser y su peculiar concepción del lenguaje internacional de la música. Primero, como un arma de concordia capaz de emocionar a Yasir Arafat en los años más virulentos de la OLP. Y, en segundo lugar, como un vehículo de relación cultural entroncado sutilmente al alma india del viejo Raví Shankar.

No en vano Menuhin obtuvo el premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 1997 y se había erigido en el mayor valedor de la UNESCO para defender las causas de la cultura en los escenarios de mayor riesgo, tensión y controversia, siendo Embajador de Buena Voluntad de la UNESCO en 1992. Recibió también el Premio Nerhu de la Paz en 1968 y el Premio Mundial de la Paz en 1979.

El Maestro siempre ha sido alabado por “su actitud abierta y generosa y la dimensión integradora y universal de un personaje que, como él, es por encima de todo ciudadano del mundo”, como reconocía el profesor Emilio Cabrera en su Laudatio para el Doctorado Honoris Causa en la Universidad de Córdoba.

Por ejemplo, en el caso de los palestinos, criticando las posturas radicales de algunos de sus correligionarios de Israel. También ha denunciado, hace muchos años, y no solo a través de sus escritos o en sus conferencias, sino con acciones prácticas, que denotan una gran valentía, la discriminación racial en Sudáfrica. Y es bien conocido el destino benéfico que ha dado tanto a sus conciertos en La India como a sus grabaciones con Ravi Shankar”.

Su carrera

El mito de Yehudi se inicia en San Francisco, cuando tenía cinco años y frecuentaba al entrañable profesor Sigmund Akner. El talento de Yehudi alertó a Louis Persinger, que presentó a aquel joven violinista con la Sinfonía Española de Lalo (1923). El éxito permitió a Yehudi dar el salto a los ambientes culturales más destacados de la época, siguiendo poco después el apadrinamiento del profesor Enesco, y sus colaboraciones con la Filarmónica de Berlín, bajo la dirección de Bruno Walter.

La trayectoria de Yehudi se lanza en una carrera imparable, que se frena con la II Guerra Mundial, donde Menuhin permaneció dos años fuera de los auditorios, colaborando con las tropas aliadas.

Tras el final de la Guerra continua con su carera profesional, siempre vinculada a su incansable defensa de los derechos humanos y las culturas

Su estilo

Seguimos  con las palabras del profesor Cabrera:

Quienes me escuchan saben que es imposible describir adecuadamente con palabras los rasgos del estilo de un intérprete como Yehudi Menuhin. Sobre todo porque, a diferencia de otros violinistas, a menudo obsesionados con la perfección técnica hasta en sus menores detalles, Menuhin ha confiado más en la inspiración del momento, en una cierta intuición a través de la cual captar lo verdaderamente importante de las obras que interpretaba. Lo que asombra de su juego violinístico es su capacidad de vivir intensamente la partitura que interpreta. ‘Yo seguía la ruta de la inspiración −escribe− sobre la cual me guiaban maestros inspirados; no se trataba de poseer escalas y arpegios, sino de reconocer lo excelso y de ser capaz de responder a ello’.

El músico solidario

A lo largo de los años iría desarrollando y madurando sus criterios y valores más característicos, entre los que destacarán la capacidad de trabajo, la autoexigencia, así como una concepción del arte estrechamente interrelacionado con la vida. Le gustaba acompañar y dar a conocer todas las músicas como valor universal. Su fascinación por las distintas culturas lo llevará a tocar, tanto con Ravi Shankar, como con sus amigos zíngaros, destacando así que la búsqueda de la belleza y compartirla con los demás. Su carrera artística, desarrollada a lo largo de siete décadas, es una de las más espectaculares de nuestro tiempo. Como violinista primero, y posteriormente como director de orquesta, protagonizó, junto a los mejores solistas y formaciones orquestales, importantes convocatorias en los principales escenarios internacionales. Aliando la técnica irreprochable con una comprensión extraordinaria de la música, trabajó un repertorio muy amplio, de Bach, Ravel y Beethoven a la música de vanguardia, de la música barroca a las improvisaciones de jazz con Stéphane Grappelli.

Menuhin se preocupó, durante toda su vida, por las grandes cuestiones del siglo XX, tanto sensible a la educación como a la defensa de los derechos de las minorías. En numerosas manifestaciones públicas defendió la tolerancia y cooperación entre diferentes pueblos y culturas y nunca dejó de librar batallas por la música, la paz y la convivencia entre los hombres; ante todo, fue un humanista comprometido con la defensa de los derechos humanos.

En 1945 intervino en el concierto de inauguración de la ONU, volvió a actuar en Alemania, preconizando la superación de las graves secuelas de la Segunda Guerra Mundial. Su carrera de músico y reconocimiento público, Doctor Honoris Causa por más de 30 Universidades del mundo, le sirvieron para emprender, sin tregua, la defensa de los más débiles, lo que le valió numerosas distinciones, entre ellas: Premio Nerhu de la Paz en 1968, Premio Mundial de la Paz en 1979, Embajador de Buena Voluntad de la UNESCO en 1992 y Premio Príncipe de Asturias a la Concordia en 1997, Lord Yehudi Menuhin desde 1993.

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