El pasado 11 de enero, en el Centro Sefarad Israel, fue presentada ‘El inquisidor del Anáhuac’, la nueva novela de Enrique Barón, presidente de la Fundación Yehudi Menuhin España.
El acto contó con una importante presencia de personas, dentro de los marcos que exige la actual situación sanitaria.
En la presentación de la obra tomaron parte el propio Centro Sefarad Israel, la FYME, el Legado Gandarias y la Fundación Hispano-Judía.
Enrique Barón estuvo acompañado en la presentación de su obra por Esther Bendahán (quien fue anfitriona) y por Eva Levy. Fue la propia Eva quien dedicó un sentido discurso de presentación de la obra, que a continuación reproducimos de manera íntegra.
«Suele decirse que si te excusas por adelantado y sin que nadie te lo pida es que te sabes culpable de algo. Y un poco culpable sí me siento por el inesperado honor que supone para mí presentar este libro magnífico de Enrique Barón, ‘El Inquisidor del Anáhuac’.
»Si me excuso es por no tener más conocimientos sobre el Imperio español en su fabulosa vertiente americana, ni sobre sobre los entresijos de la Inquisición, que seguramente me permitirían valorar mejor esta novela enraizada en nuestra historia hasta la última coma.
»Afortunadamente tengo un as en la manga que me redime de cualquier ignorancia y es mi título de lectora, con derecho a aprender, a descubrir y a emocionarme pasando las páginas de un libro. De hecho, eso es lo que hacen los buenos libros, abrirnos puertas y ventanas para seguir explorando a partir de las piedrecitas luminosas que nos va dejando el autor. Esos mundos pueden estar en nosotros mismos, pero también más allá de lo que nos rodea o creíamos conocer.
»A mí, las emocionantes aventuras de Fray Servando de Villafranca, un chico metido a religioso más por hacer carrera que por pura vocación, y convertido en Inquisidor en el Nuevo Mundo me han trastornado un poco. Es como cuando escuchas un comentario al azar, o descubres una vieja foto que nunca habías visto y de pronto te dan la vuelta a hechos que hasta entonces parecían planos y unívocos.
»Por ejemplo, yo he estado en México y en Perú, escenarios de ‘El Inquisidor del Anáhuac’, para dar algunas conferencias sobre Diversidad y sobre el Gobierno de las Corporaciones; tengo además familiares y amigos en esos países y, por supuesto, contactos con las comunidades judías de allí. ¿De qué hablamos al reunirnos? De nuestras cosas, claro, también de las circunstancias políticas y económicas, mientras a nuestro alrededor sobrevolaban muchas veces, aún sin nombrarlas, las sombras del Holocausto. En esas visitas aprovecho para moverme un poco, así que, como cualquiera, me he deslumbrado con las iglesias coronadas de oro en el Cuzco, las procesiones de Vírgenes adoradas por devotos de todos los colores, las músicas y las artesanías tan alegres y tristes a la vez. Pero reconozco que jamás, ni en México ni en Perú, salió a relucir la Inquisición y, si acaso, como mucho, pensé en cómo pudo ser la llegada de los españoles a esas tierras y el tránsito de las culturas y dioses locales hasta un catolicismo unificador en lo religioso y en lo político, aunque con sus toques de sincretismo.
»Hasta este libro de Enrique Barón, para mí, la Inquisición era un fenómeno español y del territorio español sobre el que sabía lo justo y lo insoportable, como nos pasa a tantos judíos españoles. Mi propia estirpe familiar viene de ese momento, al borde del siglo XVI, que, en algún lugar de la Mancha y en algún lugar de Sevilla mis antepasados tuvieron que elegir entre cristianizarse, perecer o expatriarse. Lo de elegir es un eufemismo y la posterior supervivencia una gran lucha que nunca parece haber terminado del todo.
»En la introducción del libro, Enrique Barón explica muy bien su aproximación intelectual, cultural y hasta emocional a ese periodo en que España estaba unida o separada por el mar que habían surcado las carabelas, y que compartía un único Dios, una lengua -aunque en convivencia con lenguas locales- y unas instituciones donde no podía faltar la Inquisición.
»Al principio reconozco que me desconcertó el interés de Enrique Barón por la Inquisición. ¿Qué tenía que ver con su trayectoria profesional y política? ¿Dónde encajaba con su experiencia europea y su paso por la presidencia del Parlamento Europeo?
»Él lo explicará mejor, pero no hay contradicción, ni sorpresa. Su interés por la defensa de las libertades y los derechos humanos está ya desde sus días como abogado bajo el último franquismo y su experiencia de primera mano frente a los regímenes políticos más diversos explican su afán por desentrañar y si fuera posible neutralizar cualquier máquina estatal que busque el control sobre los seres humanos, convertidos a menudo en víctimas, a lo sumo súbditos y menos frecuentemente en ciudadanos.
»Las aventuras de Fray Servando de Villafranca me han resultado muy entretenidas, como era su obligación, pero también enriquecedoras. Obviamente, la novela no me ha hecho más simpática la Inquisición, pero he comprendido mejor el cómo y por qué de una estructura sólida y planteada en términos menos caricaturescos de lo que se nos muestra a veces. Una estructura despreciada oficialmente por muchos, pero ¿despreciada de verdad? ¿No ha sido copiada con aprovechamiento en sus peores aspectos por los estados de todos los tiempos, no solo los brutales, sino también los que llamaríamos civilizados? Si prevalece la segunda hipótesis me parece evidente que no nos hemos librado de la inquisición más sombría.
»El pasado es el pasado y no podemos juzgarlo con nuestros ojos contemporáneos y yo tengo hoy un mayor y más desprejuiciado interés por el Santo Oficio del que tenía antes de conocer al Inquisidor del Anáhuac. Ese inquisidor ya no puede perseguirme, pero lo inquietante es que ahora mismo, ahí fuera, siga siendo tan frágil la libertad o peligren los derechos legítimos de las personas a ser diferentes.
»Dicho esto, querido Enrique, ya estoy tardando en hablarles de tu libro a mis amigos de México y Perú. Y a unos cuantos de aquí cerca. Seguro que tendremos grandes sobremesas con mucho debate».
Nora Nora Judith Usterman Michalski inició el acto regalándonos la canción tradicional sefardí ‘Los bilbilicos’, un regalo especial, teniendo en cuenta que el libro se centra en los Autos de Fe que tuvieron lugar en México en la década de 1640.
Además, queremos compartir con vosotros y vosotras la recensión de Ignacio Vasallo de ‘El Inquisidor del Anahuac’, escrita para el libro colectivo editado por la UPaz ONU sobre ‘Enhancing multilateralism & Peace’-