
El 20 de noviembre se celebra el Día Universal del Niño. Esta fecha fue señalada por la Asamblea General de la ONU en 1.954 para fomentar la fraternidad entre todos los niños y niñas del Mundo y promover su bienestar. El 20 de noviembre se conmemora también la aprobación de la Declaración de los Derechos del Niño (en 1.959) y la Convención sobre los Derechos del Niño (en 1.989).
En el ámbito de nuestra propia cultura latina, ya en 1.927 Gabriela Mistral recogía en un texto (Ponencia presentada a la Primera Convención Internacional de Maestros, en 1.927), del que transcribimos parte, aspectos fundamentales de los derechos de los niños y niñas, posteriormente incluídos por la ONU. Referimos esta ponencia teniendo en cuenta el lugar y momento de su redacción, en Chile, en el primer tercio S. XX:
- Derecho a la salud plena, al vigor y a la alegría, lo cual significa derecho a la casa, no solamente salubre, sino hermosa y completa; derecho al vestido y a la alimentación mejores. La infancia, servida abundante y hasta excesivamente por el Estado, debería ser la única forma de lujo —vale decir, de derroche— que una colectividad honesta se diera, para su propia honra y su propio goce. La infancia se merece cualquier privilegio.
- Derecho a los oficios y a las profesiones, . Derecho de la inteligencia, salga ella de la casta que salga, a actuar, a dirigir, a gobernar las sociedades. Derecho de la inteligencia a ser defendida, protegida, excitada, confortada y acatada por un estado sagaz y atento que no la abandone ni la desperdicie.
- Derecho del niño a la educación maternal, a la madre presente, que no debe serle arrebatada por la fábrica o por la prostitución a causa de la miseria. Derecho a la madre a lo largo de la infancia .
- Derecho a la libertad, derecho que el niño tiene desde antes de nacer, y a las instituciones libres e igualitarias. Los adultos que en nuestros países están, en este momento, alquilando con la riqueza nacional la independencia del territorio, y que a la vez aceptan y afianzan con cada día que pasa los regímenes de tiranía, comprometen, inconsciencia o inconscientemente, la suerte de los niños que vienen, del hijo propio como del ajeno, y van a entregar a la nueva generación una patria disminuida en el epíritu y con su honra menguada delante de los demás pueblos soberanos de sí mismos.
- Derecho del niño sudamericano a nacer bajo legislaciones decorosas, que no hagan pesar sobre él durante toda su vida la culpa de sus padres, sino bajo códigos sencillamente sensatos .
- Derecho a la enseñanza secundaria y a parte de la superior, en forma semiautodidáctica, la que debe ser facilitada y provocada por el Estado, a fin de que la cultura del obrero y del campesino sean posibles.
Paris, diciembre de 1.927
Ponencia presentada a la Primera Convención Internacional de Maestros, celebrada en Buenos Aires, en enero de 1.928.

En la FYME queremos brindar en este día un homenaje a todos los niños y niñas: a los que sueñan y juegan y a aquellos y aquellas a las que sus circunstancias no les permiten soñar ni jugar, y se juegan diariamente la vida en condiciones muy duras. Por el derecho a jugar y soñar de la infancia, recogemos algunas palabras de Yehudi Menuhin que, a través de su Fundación, con el Programa MUS-E, trabaja por el derecho a ser niños y niñas.
Respetar al niño es permitir que lo que ya tiene, lo lleve dentro, se desarrolle y florezca. Estos dones, capacidades, talentos… que todos llevan dentro desde el inicio y que demasiado a menudo nuestras sociedades mutilan. Ayudémoslos a desarrollarlos.
Solamente con una formación creativa que no suprima ningún don del niño, sino que los potencie, podremos engendrar todos juntos una sociedad mas justa.
¿Por qué nos hemos vuelto insensibles a las voces de los niños, a nuestras propias necesidades profundas de cariño, amistad, lealtad, amor, salud física y mental?
Es desde el arte desde donde que puede estructurar la personalidad de los niños y jóvenes en el sentido de apertura de espíritu, de respeto, de deseo de paz. Es la cultura la que nos permite a cada uno de nosotros hurgar en el pasado y participar en la creación del futuro, uniendo la diversidad de las distintas culturas.
Hacer música no es sólo tocar y cantar, también consiste en escuchar. Aprendiendo desde pequeño a escuchar a los demás, el niño descubre lo que es la tolerancia y se protege de los instintos bárbaros. La música debería pertenecerle como el aire, el agua y la leche, ya que, a nuestros ojos, forman parte de los derechos humanos; representa una fuerza desconocida en la sociedad, capaz de hacer mover las cosas. El racismo no existe en una clase de música; los niños juegan juntos, crean juntos.
Abrir la mente a la capacidad de creación de cada uno y liberar los talentos: he aquí el papel del artista… Cada uno de nosotros es un creador; le basta con descubrir su propio talento y esforzarse por desarrollarlo. El bailarín tiene la ambición de dominar su cuerpo; el violinista, su arqueta; el director de orquesta, encontrar la relación justa entre la partitura y los músicos; el flautista, cogiendo aire, tiene la ambición de dar vida a su instrumento. La interpretación dependerá finalmente de nosotros mismos. La creación nos habita, nos posee al igual que el infinito. En este sentido, todos somos divinos: estamos constantemente creados, recreados, remodelados por una línea ininterrumpida durante millones de años, lo que nos hace a todos solidarios.